Un nuevo proyecto de ley, la Ley de Política de Drogas Basada en la Evidencia de 2025 (EBDPA), tiene como objetivo eliminar las barreras a la investigación sobre el cannabis y otras drogas de la Lista I. Presentada por las representantes Dina Titus e Ilhan Omar, esta ley pretende adaptar la política de drogas al creciente número de pruebas sobre el consumo de cannabis y sus efectos.
En la actualidad, las sustancias clasificadas en la Lista I, como el cannabis, la heroína y la MDMA, se definen como sustancias sin uso médico aceptado y con un alto potencial de abuso. Esta clasificación complica los esfuerzos de investigación. Los defensores argumentan que la clasificación federal del cannabis en la Lista I contradice su uso por parte de pacientes en varios estados con fines médicos.
La administración Biden sugirió anteriormente reclasificar el cannabis en la Lista III, una medida que permitiría que los medicamentos a base de cannabis obtuvieran la aprobación de la FDA. Sin embargo, los avances en este frente se han estancado. En cambio, la EBDPA podría promulgarse con mayor rapidez, ya que pretende derogar las restricciones existentes que impiden que la financiación federal apoye la investigación sobre sustancias de la Lista I.
Omar hizo hincapié en la necesidad de que la política de drogas refleje los conocimientos científicos actuales y las realidades a las que se enfrentan los estados en los que el cannabis está legalizado. Afirmó: "Necesitamos que la política de drogas siga la ciencia y refleje la realidad sobre el terreno en los estados de todo el país."
Los defensores del proyecto de ley creen que puede atraer el apoyo bipartidista. Katharine Neill Harris, investigadora sobre política de drogas de la Universidad Rice, describió la EBDPA como una propuesta modesta con potencial para atraer a un amplio público. Cat Packer, directora de Mercados de Drogas y Regulación Legal de la Drug Policy Alliance, se hizo eco de este sentimiento, señalando que el proyecto de ley da prioridad a las pruebas sobre las posiciones ideológicas.
A pesar de estas opiniones optimistas, algunos siguen siendo escépticos sobre las posibilidades de que se apruebe el proyecto de ley. Aaron Smith, director ejecutivo de la Asociación Nacional de la Industria del Cannabis, expresó sus dudas, citando el actual clima hiperpartidista en el Congreso. Afirmó que la aprobación de cualquier legislación, incluida la EBDPA, parece poco probable en un futuro próximo.
Packer argumentó que el proyecto de ley es esencial para desarrollar políticas eficaces sobre el cannabis. En la actualidad, el gobierno federal carece de medios para evaluar el impacto del cannabis en el consumo juvenil, los resultados sanitarios, los índices de detenciones y las implicaciones económicas de la legalización. Las políticas existentes están desfasadas, y Packer señaló que existe una desconexión que impide al gobierno federal adaptarse a las condiciones del mundo real.
Idealmente, la EBDPA conduciría a un aumento de la investigación rigurosa sobre el cannabis y otras sustancias de la Lista I, abordando cuestiones sobre su uso médico, dosis óptimas y efectos a largo plazo. Aunque el proyecto de ley se centra principalmente en la investigación sobre el cannabis, también facilitaría estudios sobre otras sustancias de la Lista I, como la psilocibina y la MDMA, que pueden ofrecer beneficios terapéuticos.
Harris señaló que si surgen pruebas que apoyen el uso médico de una droga de la Lista I, la ONDCP ya no estaría obligada a oponerse a ella. Sin embargo, expresó su preocupación acerca de si se asignarían fondos federales suficientes para esta investigación, especialmente teniendo en cuenta la postura anterior de la administración Trump contra la financiación federal de la investigación.
En resumen, la EBDPA representa una importante oportunidad para mejorar la política federal de drogas mediante el fomento de la investigación sobre el cannabis y otras sustancias de la Lista I. Aunque el camino hacia su aprobación sigue siendo incierto, el proyecto de ley podría ayudar a salvar la brecha entre la investigación científica y la política de drogas, beneficiando en última instancia las prácticas médicas y la salud pública.